A veces, las cosas más reales son aquellas que no podemos ver

Hace unos días me encontré con una niña de diez años en la calle. A su saludo le correspondí con varias preguntas, las típicas: escuela, notas, y le comenté que el Mag Maginet ya se encontraba por la ciudad trabajando en su laboratorio de la Torre de la Miranda. Ella me miró con curiosidad, y ante la mirada atenta de su madre, me dijo si podía hacerme una pregunta. Obviamente le dije que sí, lo que yo no esperaba era la dificultad que representaría para mi ofrecer una respuesta argumentada en ese momento. En síntesis, y con otras palabras me comentó que muchas de sus amigas y amigos le habían dicho que el Mag Maginet y los Reyes Magos de Oriente no existían, y la pregunta fue clara: ¿existen? En ese momento, vi a la niña pero también la madurez que ya apuntaba. Le afirmé que sí y me comprometí que, en este blog de hoy, día de Nochebuena, le explicaría porqué yo creo que sí existen.
Bajando hacia el ayuntamiento recordé que, en los primeros días de enero del año 2013, encontré en internet una editorial escrita en el New York Sun, del 21 de setiembre de 1897, la respuesta del editor del diario a una niña de ocho años de edad, Virginia O’Hanlon, que también se preguntaba lo mismo.
Por ese motivo, he utilizado como respuesta el texto base de esa editorial contextualizándola en nuestros tiempos y en nuestra ciudad. Espero querida niña, que esta reflexión más extensa, disipe tus dudas, y te confirme que mi sí y el de tu madre eran meditados.

“Querida niña, tus pequeños amigos y amigas están equivocados. Ellos han sido afectados por el escepticismo de una época escéptica. Ellos no creen salvo lo que ven. Ellos piensan que nada puede ser lo que no es comprensible para sus pequeñas mentes. Recuerda que, en este gran universo, de espacios ilimitados, todas las mentes, sean de adultos o niños, son pequeñas, no alcanzan a todo.
Sí, querida niña, hay un MagMaginet y unos Reyes Magos de Oriente. Ellos existen con tanta certeza como el amor, la generosidad y la devoción, y tú sabes que abundan y dan a tu vida su mayor belleza y alegría. ¡Ay! ¡Qué aburrido sería el mundo si no existieran! Sería tan monótono como si no hubiera niñas y niños como tú. No habría entusiasmo infantil, ni poesía de los sueños, ni romance de la ilusión para hacer tolerable esta existencia. No tendríamos placeres, excepto en el sentido y la vista. La luz clara de la ilusión, la suavidad de los sueños con que la infancia llena el mundo se extinguiría.
Podrías pedir a tu familia que vigilasen todas las entradas de casa la noche de Reyes para atraparlos, pero incluso si no los ves entrar, ¿qué probaría eso? Nadie los ve a ellos en ese momento, pero eso no significa que no existan. Las cosas más reales en el mundo son aquellas que ni los niños ni los adultos pueden ver, la imaginación baila, canta ante nosotros y vuestras miradas conciben en ese momento todas las maravillas que permanecen ocultas en el mundo invisible.


Hay muchas cortinas que cubren el mundo oculto, que ni la persona más fuerte, ni incluso, la fuerza unida de todas las personas más fuertes que jamás haya existido podrían romperlo.
Por eso, querida niña, en todo este mundo no hay nada más real y permanente, y si descorres esa cortina, verás la magia de tu ilusión, el cosquilleo de la duda, la belleza de la lectura y de la pintura, la musicalidad de tus canciones preferidas, y todo eso es real, por eso, el Mag Maginet y los Reyes Magos de Oriente continuarán, eternamente, alegrando tu corazón, el corazón de la infancia, pero también el nuestro, el corazón de los adultos.
Besos, querida niña.”